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Publicado por
María
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Autocuidado feminista en tiempos de virus reales
La ficción
del mundo globalizado nunca ha sido más evidente que ahora. Se ha extendido―donde se ha hecho―, el transporte de bienes, mercancías y
servicios. Mientras los países asiáticos y occidentales lanzados al consumo
desmedido y el viaje precipitado somos golpeados por el coronavirus, en África
apenas hay unas pocas personas afectadas (por ahora, no infravaloremos nuestra
capacidad de destruirlo todo).
Mientras
cierran escuelas, se recomienda prudencia y nos informan
24/7 sobre el avance, hay quienes eluden su responsabilidad sobre el bien
común y salen de las zonas de alto riesgo para “descansar”. Total, si no se han
contagiado aún, que se jodan.
A la
vez, en la prensa, en las redes, en grupos de WhatsApp lees que no es para tanto
porque “solo” afecta a personas ancianas o especialmente vulnerables. Que, afortunadamente,
las personas fallecidas eran muy mayores. Afortunadamente. Y el meteorito alejándose
de la tierra en lugar de tenernos como objetivo prioritario.
En
estos días de cuidar y cuidarse ―personal
y colectivamente, lo privado y el procomún―, quedan
al desnudo las miserias del sistema de sanidad pública. La avaricia del sistema
y quienes lo han sustituido por una privatización desmedida, las deficiencias
de gestión por ineptitud o mala fe, los recortes en personal de salud, los abandonos
detestables del sistema: personas ancianas sin cuidados, enfermas
de larga duración expulsadas de hospitales, hospitales y clínicas privadas desviando
personas con posible riesgo o la enfermedad a la salud pública. La misma que
carga sobre los hombros de un personal descuidado, cansado y desgañitado de
pedir recursos toda la responsabilidad. Y no hablo solo del personal médico y
de enfermería. Hablo de quienes limpian, asean, mantienen en condiciones humanas
y dignas (¿esto no es un oxímoron?) nuestros hospitales, ambulatorios, centros
de salud.
Vaciamos
los supermercados olvidando, otra vez, que tenemos la suerte de poder hacerlo.
Que quizás haya quienes no tengan tiempo ―o
recursos― para hacer acopio de existencias. O
tiempo ―o salud― para
estar esperando cuando abren. O que están ahí, abriendo para que vayamos a
arrasar con las existencias. Y acopiamos para tirar (estoy segura) miles de
kilos de alimentos que se nos pudrirán en las neveras o en las despensas, quien
la tenga (cómo echo de menos la despensa de mi casa familiar).
Quienes
nos quejamos alguna vez porque no podíamos más, porque el mes de marzo era de
un trabajo alocado que no nos permitía respirar nos damos de bruces con otra
realidad que preferimos olvidar: nuestra vulnerabilidad económica, la ausencia
de recursos de apoyo, de ahorros, de personas cerca que nos echen una mano
cuidando menores ―o
personas enfermas, o quizás ancianas―, el abandono
institucional generalizado a las autónomas tras el ¡Sé valiente, emprende! si
te he visto no me acuerdo.
A todo
esto, la información no para de fluir, incesantemente, contradictoria. Quienes ayer
opinaban de libertad sexual y antes de ayer de cambio climático hoy te hablan
de epidemias como si hubieran pasado la vida estudiando la materia. Hacemos chistes,
riéndonos por no llorar, por no pensar.
Si
tenemos a alguien que nos quiere y nos cuida desde países, o zonas, donde la
crisis está en pleno apogeo, una mezcla de incredulidad y miedo nos impide
acabar de creérnoslo. Porque siempre pasa todo a otras personas, no a nosotras.
Joder, si total, tampoco has estado en tantos sitios. Del trabajo a casa y de
casa al trabajo. Y toses en el codo y el metro ―o
el bus o el tren o el avión― iba
casi vacío. Y, mientras, los apartamentos que solo se llenan en verano empiezan
a ocuparse cuando nadie lo esperaba. Si alguien tose, sientes una punzada de
miedo, pero no te lo acabas de creer. "No voy a tener tan mala suerte", piensas, mientras
paseas el bicho que no te afecta hasta la puerta del vecino en riesgo del que no
sabes nada porque ya no conocemos al vecindario de tu madre, de tu tía, de tu
abuela. Que sabes que igual no deberías, pero a ver quién te cuida al peque, o la
“peca”, que lleva sin guarde siete días.
Porque
incluso si se para la producción, incluso si la actividad social se reduce al
mínimo (y ahí tenemos a la administración de Justicia, de nuevo, abandonada
a su suerte por quienes tienen la obligación de velar por ella), cuidar
sigue siendo imprescindible. Cuidar a quienes nos cuidan en colegios,
hospitales, centros de día, residencias para personas ancianas; cuidar a las
mujeres que nos cuidaron, a las que nos cuidan. Cuidarnos
nosotras mismas. Pensar cómo hacerlo y para qué; no solo como herramienta
para poder seguir dando vueltas en una rueda de molino. Dejar de cuidar comomandato. Pensar cuáles de esos cuidados tienen que ser necesariamente hechos
por nosotras. Ser flexibles con nuestros estándares. Olvidarnos de ser
perfectas y llegar a todo. Mirar a los hombres que tenemos alrededor y
preguntarles ¿qué hacéis? ¿Qué pensáis hacer? ¿Cómo os vais a cuidar? ¿Cómo
vais a cuidar/nos? ¿Qué redes de cuidados tenéis? ¿Cuáles habéis creado por
vosotros mismos? ¿Cuántas nos contemplan en esa red como objeto de cuidado?
¿Qué espacio nos dejáis para cuidarnos?
Quizás
aprender a cuidarnos porque lo merecemos no sea fácil y lo hayas comprobado ya.
Pues más difícil aún es silenciar al patriarca interior que nos lleva a autoviolencias
y autodescuidos.
Ahora que el sistema nos empuja a parar para seguir sanas y en nuestro papel paremos
para reflexionar cómo nos queremos y qué, de todo lo que hacemos, nos aleja del
objetivo.
Yo
aprovecharé para leer,
caminar, descansar, cuidar mis plantas y a mis animales, charlar tranquila con
mi pareja, cocinar rico y despacio, racionar la información sobre la pandemia,
observar mis pautas de consumo y cómo me siento al parar. Porque parar, para
muchas de nosotras, es sinónimo de no ser útiles, dignas de algo (¿de que nos
quieran, me pregunto?). ¿Sabré manejar el estar quieta, aunque sea a ratos, el
silencio, el ocio sin consumo? ¿Sabré cuidarme por muy bien que crea que sé
cuidar? ¿Sabré dejarme cuidar?
No
tengo la respuesta.
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Comentarios
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Debido a la insistencia de determinados machistas aburridos, nos hemos visto en la obligación de administrar la moderación de entradas. Este blog no publica ningún comentario que contenga enlaces. Lamentamos las molestias para el resto de participantes. Gracias por vuestra comprensión.
Gracias María. Suscribo y no yo tampoco tengo las respuestas. Salud y fuerzas. Franches
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